La autoridad de las Sagradas Escrituras es el poder o el gobierno que la Biblia debe de tener sobre nuestras vidas enteras como la misma palabra de Dios.
El respondió y dijo: Escrito esta: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. ( Mateo 4:4)
Toda la escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. (2 Timoteo 3:16-17).
El término "autoridad" se deriva del latín 'auctor', "originador" o "autor". La autoridad de la Escritura deriva del Dios trino auto revelado o auto-manifestado de las Sagradas Escrituras. La Biblia es la Palabra de Dios autoritativa, ya que es exactamente eso, la verdadera Palabra de Dios escrita. El hombre como portador de la imagen de Dios está pre-condicionado divina e instintivamente para recibir la revelación divina tanto en su creación [revelación natural] así como en la Palabra de Dios [revelación especial] (Sal. 19:1-6, Juan 14:6, Rom. 1:18-20; Col. 2:3, 1 Tes. 2:13, 2 Tim. 3:16-17; 2 Pedro 1:20-21). Ambas son suficientes para mantenerlo inexcusable (Rom.1:18-20, 2:11-16, 2 Pedro 3:3-5).
Las Escrituras se auto autentifican o dan fe de sí mismas, es decir, dan testimonio de sí en virtud de su coherencia (naturaleza no contradictoria). También se autentifican en virtud del testimonio del Señor Jesucristo, el testimonio y poder del Espíritu Santo y en virtud de su poder para transformar vidas.
La autoridad de la Escritura es necesaria. El hombre necesita una revelación especial [palabra directa y autorizada por Dios] para conducirlo a conocer verdadera y correctamente a Dios, para reconciliarse con él y vivir en el contexto de su voluntad revelada. La autoridad de la Escritura es completa, abarcando la totalidad de la vida y la realidad. La autoridad de la Escritura es ejecutiva, La Palabra de Dios llega a nosotros como un mandato u orden, su "palabra es ley" no meramente un a sugerencia o información. Debemos leerla, estudiarla, someternos y conformarnos a ella tal cual. La autoridad de la Escritura es legislativa, debe ser nuestro estándar de fe y práctica. La autoridad de la Escritura es judicial, es la norma máxima y absoluta de lo que es correcto o incorrecto, revelando la auto consistencia moral de Dios. La autoridad de la Escritura es perpetua, nunca es "anticuado" creer y obedecer la Biblia. "Está escrito" significa "Se mantiene escrito con autoridad plena y sin disminuirse. La autoridad de la Escritura es definitiva. Debido a que las Escrituras proceden de Dios mismo, no hay otro criterio o autoridad a la que puedan estar sujetas o por la cual puedan ser juzgadas. Por lo tanto, usar hechos históricos, científicos o argumentos varios para acreditarla es inherentemente dar a tal evidencia más autoridad que a la
Escritura misma.
Hay una cuestión esencial y fundamental que debe ser considerada en relación con la autoridad de la Biblia. En un intercambio coherente (una conversación inteligente a nivel preposicional) es decir, una conversación en la que uno habla desde sus principios básicos, expresando su fe y su visión del mundo y la vida. Cuando el creyente es cuestionado por un incrédulo respecto a por qué cree y sostiene que la Biblia es la Palabra de Dios, él responde: "Porque la Biblia se declara a sí misma como la Palabra de Dios, y esta afirmación se confirma por el testimonio de la Escritura misma". A esto, su entrevistador puede replicar: "Eso es 'razonamiento circular', y por lo tanto, ¡No es válido! El razonamiento circular es una falacia lógica." Esto ocurre cuando uno asume en sus premisas lo que está tratando de demostrar en su conclusión. Pero al hablar o discutir en el contexto de cuestiones fundamentales, todo razonamiento humano es ampliamente circular o preposicional, y es necesariamente basado en fe.
En otras palabras, todos los hechos son interpretados por las presuposiciones de cada uno. Esto es válido para el cristiano que reconoce que sus supuestos están basado en fe, y también para el no creyente que va a negarlo, y afirmar que se basan en la supuesta "neutralidad de hechos científicos." Todos los hechos son hechos creados. No hay hechos brutos o neutrales, y el incrédulo mismo, necesariamente aunque sin admitirlo o sin saberlo, asume los principios y leyes teístas cristianas o !no podría discutir científicamente! de hecho, a menos que uno suponga la existencia de un universo ordenado, establecido por leyes dadas, entonces ninguna coherencia seria posible como la base de la ciencia. Las leyes presupuestas por la ciencia humana son las leyes de Dios.
La pregunta es ¿son nuestros argumentos coherentes con nuestro sistema de creencias? A este respecto, el creyente es coherente y el no creyente resulta inconsciente. ¿ Es la palabra de Dios la autoridad máxima en su vida?
W. R. Downing
traducción Pr. Thomas Montgomery
El Catecismo Bíblico
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